Andrés Manuel López Obrador… Como siempre que lo cachan en sus transas, quita la mano y dice: “Yo no fui, fue Teté”. Y busca quién cargue con la culpa y que él salga bien librado.
Señores, pero si ya lo conocemos. Lleva tres sexenios tratando de ser Presidente de la República. Llevamos dieciocho años escuchando sobre la “honejtidad valiente”. Los mexicanos deberíamos ya ganarnos un premio por llevar tantos años oyendo tarugadas. Y tenemos que chutárnoslo otra vez, ya veremos por cuántos sexenios más. Ya que no me lo negarán, la Presidencia de la República se ha vuelto una obsesión para él. O más bien, diría yo, un modus vivendi. Dígame usted: Quién de las personas que usted conoce lleva más de dieciocho años cobrando sin trabajar. Solamente pone su cara de mártir cada vez que le ganan por unos cuantos votos. Hasta un voto cuenta para ganar la Presidencia. Y vive acusando de fraude a “la mafia del poder”.
Y no crea que estoy muy contenta con los otros dizque candidatos. La verdad es que ni a cuál irle, malo tanto el pinto como el colorado.
Ya ni siquiera podemos ver la forma de votar por el menos “pior”, porque todos son igual de malos. Quién puede olvidar todas las mentiras que nos ha brindado López Obrador durante tres sexenios. Sí, desde que Ahumada filmó a Bejarano recibiendo las “ligas de billetes”. O cuando iba a probar el dizque fraude y Claudia Sheinbaum (otra corruptaza de primera) llegó con una bola de cajas. Con las supuestas pruebas… Y cuando las abrieron resulta que no había ningún papel. Así o más ridículos. Realmente son incontables las corruptelas de Martí Batres, un pseudoactivista que nada ve por los intereses de su bolsillo. O el nunca bien ponderado Delegado de Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, que cuando le conviene vive en Durango y cuando no vive en el D.F. Perdón, en la CDMX.